martes, 18 de septiembre de 2018

La era de la estupidez y la contra-efectuación


¿La estupidez es la tendencia cultural dominante? ¿es posible pensar una alternativa a la emergencia de culturas fracasadas?

Hay dos cosas infinitas:
el universo y la estupidez humana;
 y sobre el universo no estoy seguro.
A. Einstein


Si hace doscientos años atrás la religión era el opio de los pueblos, hoy se multiplican casi al infinito los productos culturales donde emanan los emergentes deletéreos propios de lo que Zygmunt Bauman denomina “modernidad líquida”. 

Hace menos de un año, el spinner se convirtió en el juego de moda que se conseguía en todas las esquinas rematado por los vendedores ambulantes. Cuando este "juguete" es un instrumento de enorme eficacia para las personas con Trastornos de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Siempre ha existido herramientas distractoras, como el Coliseo para el Imperio Romano, pero en la posmodernidad la tendencia predominante es abarrotar el tiempo de descanso de la gente con distracciones que antes sólo se destinaban a lxs niñxs.

El fin de la historia implica la dificultad de hacer transcurrir el tiempo sin llenar el ahí de la verdad. El vacío de lo actual es sembrado por un movimiento repleto de mecanismos que diluyen el compromiso con lo real, disuelven la memoria, y con ello, se allana el camino para las traiciones de los políticos profesionales frente a la ciudadanía. 

Lo que se consolida es una nueva época que soporta una mezcla desequilibrada de posmodernidad, neoliberalismo y globalización. Pero, estos son sus trazos más groseros. En lo profundo, vemos una formación social que frente al eterno retorno de posturas demacradas de la democracia recae en la resignación.

 La novedad utópica se descarrila en lo imposible. El individuo unidimensional no logra pensar otra realidad como posible, su única superficie existencial es el status quo. La apatía es más fuerte que nuestro compromiso por el bienestar  socio-cultural de nuestra propia comunidad. Aquellos grandes rasgos del orden imperante sólo se sostienen merced a una serie de mecanismos  sutiles, difusos e inconexos. Estos son desplegados en los medios masivos y resuenan en los conventillos del sentido común. Sin  embargo, por sus efectos podemos entrever que sus objetivos generales buscan crear una sociedad de estólidos. 

El fin de la historia puede calificarse como la era de la estupidez y que uno de sus fuertes inclinaciones atiende a resignificar la función de los aparatos ideológicos con el fin de destruir las prácticas contra-culturales, las luchas sociales minoritarias, el invisible esfuerzo por crear una memoria activa.


El término “estupidez” deriva del latín “stupidus” que denota el estado de “aturdimiento”, pero hoy aparece como sinónimo de necedad y torpeza.

Aquí, la noción de “estupidez” no pretende estipular una agresión verbal. Por el contrario, su sentido sólo describe la ausencia de pensamiento autónomo. Immanuel Kant señala: “la minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la tutela de otro”1. Hoy sabemos que un niño piensa con más libertad que un adulto, por el simple hecho de no haber atravesado todavía por las instituciones de disciplinamiento.

En segundo lugar, el historiador italiano Carlo María Cipolla, desarrolla una teoría tipológica ligada a la sin razón, en su segunda ley afirma “la estupidez es una prerrogativa indiscriminada de todos y de cualquier grupo humano”2. No es posible estar de acuerdo con ello, porque los grupos acaudalados tienen numerosos resguardos para los fenómenos globales. La estupidez es un problema de carácter social (societal) que sólo puede ser sostenido como una programación estandarizada,  y que en la superficie del lenguaje sólo se observan las operaciones de los aparatos de resonancia, muchos más difícil sería encontrar sus puntos de origen. 

Además, la estupidez aun siendo un fenómeno simbólico, no deja de tener efectos sobre lo real. En el campo del mercado se manifiesta como fetichismo, en el lenguaje, como ideología y pragmatismo, en el arte, como sublimación del intelecto3 y en el orden institucional, tiene efectos disciplinantes. El fetiche genera un aturdimiento visual y discursivo, que impide la libertad de pensamiento; y a partir de ello, somos sometidos a la voluntad de otros. Es un fenómeno similar a la esclavitud en la caverna platónica. Caverna que José Saramago compara con un centro comercial4.

En cuarto lugar, la estupidez tiene su raíz genealógica en dos fenómenos de orden moral: la mala conciencia y el resentimiento. Y por ello, sus prácticas se mueven bajo una lógica fascista. Atravesados por el odio, el otro corre dos clases de peligros: o es visto como más necio; o se los detesta por ser diferente. Sin embargo, aquí no se trata de ser más o menos perspicaz, sino simplemente de pensar por uno mismo. Mientras que la intelección afirmativa busca crear personas libres. La tarea de las contra-efectuaciones es denunciar las mistificaciones, la mezcla de bajeza de pensamiento y estupidez.   

Un efecto seguro de una contra-efectuación es en lo inmediato generar tristeza, puesto que tira por tierra una falsa ilusión, pero ello nos impulsa a abandonar una inocencia endeble. El pensamiento afirmativo del niño es aquel que logra superar al camello (nihilismo negativo) y al león (nihilismo reactivo). El pensar crítico sirve para “detestar la estupidez, para hacer de la estupidez una cosa vergonzosa”. En las contra-efectuaciones se requiere no se “confundan los fines de la cultura con el provecho del Estado, la Moral y la Religión”4.

En sexto y último lugar, la contra-efectuación es el acontecimiento en su dimensión disolvente del estado presente de las cosas. No se trata de consagrarse a sintetizar los opuesto de ser o no-ser, radica en la afirmación del devenir. Es una síntesis disyuntiva, persistencia afirmativa de las diferencias, no busca ningún espíritu absoluto. Es la dimensión extra-moral del acontecimiento revolucionario: “no ser indigno de lo que nos sucede”5, querer la caída de la guerra como la lucha contra todas las muertes que aun hoy podríamos llegar a evitar, eso es una contra-efectuación.



Simplemente, se debe recordar que la estulticia posee efectos de dominación que se encuadran en la legalidad y que por lo tanto no pueden ser denunciados como ilícitos. Se trata de efectos intensivos de diversa índole que oscilan entre la intimidación hasta la falsa conciencia. Umberto Eco en su obra póstuma considera que la estupidez se encarna en hechos de prepotencia discursiva que los medios de comunicación naturalizan sin criticar, y se manifiestan en todo tipo de charlatanería hasta el punto de lograr la imposición “con violencia de modelos occidentales a países subdesarrollados para inducir consumos y esperanza que esos países no pueden concederse”6. El fracaso de una cultura se propaga en las sociedades estúpidas en la medida en que generan más complicaciones de los que pueden solventar. Y por ello, en última instancia, lo relevante consiste en pensar cómo configurar acontecimientos de resistencia cultural. El reto de los grupos contraculturales es "fomentar un modo de ser sujeto capaz de superar el concepto de libertad desvinculada, y de encontrar nuevas fuentes de posibilidad ‑es decir‑ de esperanza en la relación con los demás"7. Para las personas que hemos nacido bajo el signo de la posmodernidad, la agitación citadina y la revolución incesante de las técnicas productivas son experimentadas como encuadres de la vida cotidiana. La velocidad de la información no es el problema, sino que la multiplicación de los estímulos no tengan por objeto retraernos en la pura pasividad. La revolución egipcia de 2011 se promovió gracias a las redes sociales, pues el régimen de Mubarak disponía de un control de los grandes medios de comunicación. Es necesario no descartar ningún aporte tecnológico para promover los movimientos contra-culturales. Lo relevante no son las herramientas, sino su puesta en acción. Si dicho acto se enfrenta a los poderes constituidos deviene una contra-efectuación.  



1.          Kant, I. (2004). ¿Qué es la Ilustración?: y otros escritos de ética, política y filosofía de la historia. Alianza.
2.          Cipolla, C. M. (1996). Las leyes fundamentales de la estupidez humana. Cuadernos de Economía15(25), 200-216.
3.          Spregelburd, R. (2005) Heptalogía de Hieronymus Bosch IV y V: La estupidez. El pánico. Buenos Aires: Atuel.
4.          Saramago, J. (2000) La caverna, Madrid: Alfaguara. “Había un cartel, de esos grandes, en la fachada del Centro, a que no son capaces de adivinar lo que decía, preguntó, No tenemos ni idea, respondieron ambos, y entonces Marcial dijo, como si recitase, EN BREVE, APERTURA AL PÚBLICO DE LA CAVERNA DE PLATÓN, ATRACCIÓN EXCLUSIVA, ÚNICA EN EL MUNDO, COMPRE YA SU ENTRADA.”, p. 251.
5.          Deleuze, G.  (2002) Nietzsche y la filosofía, Madrid: Editora Nacional. p. 30.
6.          Deleuze, G. (1994) Lógica del sentido, Barcelona: Paidós. (Serie 21, Del acontecimiento), p. 125.
7.          Eco, H. (2016). De la estupidez a la locura. Crónicas para el futuro que nos espera. Barcelona: Lumen. p. 451.
8.         Marina, J. A. (2010) Las culturas fracasadas. El talento y la estupidez de las sociedades. Barcelona: Anagrama, p. 145.

3 comentarios:

  1. Muy buen artículo Sr Peralta, excelente análisis de como el sistema de producción necesita de altas cuotas de estupidez para desarrollarse plenamente, pero quisiera hacer una observación, todo sistema de producción necesita el aturdimiento,en diferentes grados, de sus miembros. El capitalismo, no es la excepción a la regla, como tampoco lo fue la esclavitud,ni el feudalismo, por lo tanto, no estamos viviendo en una era en la que la estupidez sea el aspecto cultural dominante..siempre lo fue...nada más que el capitalismo logró abaratar los costos..por ende el consumo de fetiches está al alcance de cualquier bolsillo

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  2. lo de abaratar los costos, coincido sin dudas es así. y mientras halla dominación de clase va a haber una cuota de estupidez; la pregunta sería ¿qué tipo de estulticia predomina en la posmodernidad, en el capitalismo tardío? en mi opinión, se busca infantilizar la mente adulta. siempre han existido bufonadas, pero las comedias de Aristófenes en la antigüedad, o de Molière en el siglo XVII, tienen por objeto una estimulo intelectual. Los aparatos ideológicos se ponen en juego en la lucha de clase y las minorías pueden esforzarse por aprovechar cualquiera de esas herramientas, la escuela no sólo conduce al disciplinamiento, sino permite cultivar el pensamiento crítico; lo mismo algunos curas villeros que apuestan por los pobres. pero lo propio del fetiche posmoderno, es que no puede ser usado como herramienta contra la clase dominante; no tiene doble filo. y un segundo rasgo, es que va dirigido a destruir los espacios contraculturales, readapta los fenómenos de rebeldía y los convierte en moda capitalista. Todo ello, requiere repensar los mecanismos de luchas contraculturales.
    Sr. Albornoz, agradezco su aporte. tu reflexión me ayuda a seguir pensando en estos conceptos. muchas gracias.

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  3. Coincido plenamente con la posibilidad de lucha contracultural al interior de los aparatos ideológicos, sino..que sería de nuestra vida? Pasa más por Gramsci que por Althusser la rebelión..Me encanta el concepto de infantilizacion del mundo adulto..Como característica del mundo actual...es un terreno poco explorado....metale por ahi Sr Peralta...un abrazo

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