domingo, 4 de noviembre de 2018

Lo Retro y el consumo de la nostalgia.

En la era del on demand y el streaming, se impone el consumo nostálgico de lo retro como fetiche de una época en la que el desborde de información da la sensación de un final.


Libros, cds, dvds, discos de vinilo representan la materia prima de mi capital cultural. La mayoría de todo ese material ya se consigue en plataformas sin dinero ni búsqueda de por medio. De algún modo todos tenemos acceso a la información que obtiene un coleccionista especializado. La capacidad de archivar ya ni depende de nosotros sino de algún dispositivo con espacio invisible y digital.

Hace unos diez años daba clase de Historia Antigua en una universidad ubicada en la capital de Buenos Aires. Yo siendo de las afueras, viajaba una hora en tren y aproximadamente 20 minutos en subte para bajar en Avenida Corrientes y Paraná. Por lo general llegaba a esa estación una hora antes de la clase para recorrer caminando algunas calles de la gran avenida que abastecía mis colecciones a través de sus librerías y disquerías. No siempre compraba, de hecho muy poco, pero sí anotaba en donde podía encontrar algún material. Por ahí pasaba la magia del hecho además de la estimulación de los sentidos provocada por el aroma a página añeja y húmeda. Tenía la información que necesitaba y la recopilaba todas las semanas. Susan Stewart en On Longing dice que no es aceptable comprar una colección pues de ese modo no se crea la biografía del coleccionista. Esa información recolectada daba esperanza y proyección a mi biblioteca y discoteca actual y futura, a mi capital cultural.

Para ese momento el vinilo había pasado a ser un objeto coleccionable. Para fines de los noventa e inicio del nuevo milenio solo eran 2 ó 3 paises en el mundo los que tenían una fábrica de discos de vinilo, y seguramente allí se fabricaban discos de bandas pertenecientes a sellos que aún mantenían ritualizado el objeto que acompañaba a la música, pero ocurría con sellos y bandas under de todo el mundo tanto de punk, indie o de música electrónica, definitivamente no estaba el disco de vinilo en el ojo del mainstream, de hecho , todo lo contrario, la música se desmaterializaba. 

El disco de vinilo no solo representaba en mí la música, es decir esa información artística, cultural o ideológica que se escucha y se disfruta, sino que además reunía el valor agregado del objeto. Así, música y objeto, se conjugaban con el tocadisco, la otra parte tangible del ritual. De ahí que siempre relacioné la palabra retro con el disco de vinilo. Pero también hay algo de inevitable en esto... lo retro es personal. La mística del pasado se presenta como recuerdo que trae olores, emociones y sonidos. La nostalgía.



Batea exhibidora en Yenny. Foto actual.


Hace unos días en uno de los grandes shopping de Buenos Aires entré a una de las grandes cadenas de libros que allí se encuentra y entonces me topé con lo sospechado... bateas, bateas y mas bateas exhibían reediciones de los viejos vinilos de la década del ochenta, éstos convivían con los colores de las portadas de discos actuales. Una coexistencia de músicas y estéticas que parecían querer recuperar el tiempo perdido, como un multiculturalismo pero centrado en el tiempo. Quien expone los discos como en un supermercado diseña sin querer una visual inexorablemente ecléctica como posmoderna, en donde los colores gastados conviven con los vivos, en donde las tipografías que emulan neones se contrastan con las sans serif minimalistas bañadas en contemporaneidad como la Arial, la Helvética o la Futura; las texturas del grano fílmico naturalmente vintage confronta su calidez frente al brillo de la fría perfección que del diseño gráfico digital se desprende. Pero lo que une a todos esos discos es que han sido editados en vinilo tomando tono de "coleccionable" puesto que en la era del streaming el vinilo es fetiche.

Entre portadas, packaging y olor a alfombra de local de shopping caigo que los cds y dvs ya fueron excluídos por lo retro y el streaming, quedaron en el medio casi olvidados por el mercado y la cultura... ya lo serán en algún momento y retornarán con la gloria que la moda impone en el anacronismo de la posmodernidad... pero hoy en día ¿Alguien compra cds? ¿Alguien los usa en su auto en la época del bluethoot? ¿Se venden reproductores de dvd en la época en la que el On demand asesina la colección?.

Lo retro no es mas que el mercado en una sociedad que tiene problemas con el futuro. Una forma de consumir atravesada por el fetichismo de objetos que remite a un pasado que surge de la representación que nosotros creamos continuamente acerca del mismo. Para Simon Reynolds lo retro es la intersección entre la cultura de masas y el pasado personal.

Yo nací en el 1979 entre sonidos de vinilos y cintas, ambos representativos de un lazo con mi pasado familiar y la niñez. Sin embargo hay décadas que trascienden a las generaciones, como la del ochenta (en Argentina tiene una denominación: ochentoso). Los digitalizados millennials han optado por recuperar los productos de sus predecesores, lo que ha convertido el consumo vintage y retro en un punto de encuentro intergeneracional. Pero incluso todo esto se extiende a las ultimas generaciones. Mis hijas, ambas de 13 años, son admiradoras de todo aquello que remite a los ochenta. Colores, películas, series, música, ropa, objetos... seguramente por lo que reciben de mí pero además por la publicidad que hoy tiene lo retro style en plataformas digitales dedicadas de lleno a la imagen como Pinterest o el mismo Instagram (en su primer logotipo incluía formas y colores que nos retrotraía a la cámara fotográfica instantánea iconográficamente retro: la Polaroid). Solo que en dicha plataforma la imagen nostálgica se logra por medio de filtros digitales que materializan el estilo sobre la pantalla de un smartphone. Por otro lado, Spotify permitió que mis hijas conocieran a Michael Jackson, Madona, Europe, Aha, The Police, etc, y Netflix a Stranger Things, que si bien no es de los ochenta sí es ochentosa*. La serie combina la actualidad del HD con sonidos de sintetizadores análogos, logos y colores arcade con tipografías de época, todo eso acompañado por canciones populares que hicieron un surco en nuestros recuerdos de los ochenta, y en las representaciones de las nuevas generaciones acerca de esa época, al punto de que las remeras de moda cargan con la inscripción Should I stay or should I go de The Clash o Every breath you take de The Police.

Del mismo modo que con Stranger Things, lo retro se vuelve consumo desde el plano musical con bandas que surgieron en el mainstream sonando a algo que ya había sonado décadas anteriores. El pastiche, como forma de producción cultural posmoderna, se hace notorio en la década del 2000, en donde lo retro se hace mainstream en la música pop: por ejemplo el resurgimiento del garage punk con The Hives, The White Stripes, The Vines, Jet; el estilo vintage soul de Amy Whinehouse, Duffy, Adele, y con chicas del synthpop como La Roux y Little Boots.*

En referencia a lo anterior, Simon Reynold en Retromanía comienza su análisis en la primera década del 2000 denominándola la década re, ya que se dedicó a reproducir otras décadas anteriores. Ese período estuvo dominado por el prefijo re... revivals, reediciones, remakes, reesenificación. También hubo reformaciones de bandas y retornos a los estudios para relanzar antiguas carreras que se empezaban a diluir.

Pensemos lo siguiente... toda información que choca con la del presente solo proviene del pasado... entonces ¿Por qué lo retro y lo vintage no debería tener lugar? Por otro lado, y a pesar de que la búsqueda es libre, ¿Qué es lo que hace la necesidad de convertir lo simple en sagrado? ¿Hay un vacío de nueva información en la cultura, en el diseño, en la música, en las películas, el arte etc? Quizás como dice Mark Fisher, "el fin de la historia" que planteaba Fukuyama, a pesar de ser muy criticado, puede representar de algún modo el estado de inconsciencia cultural de la sociedad contemporánea posmoderna. 

Reynolds dice que lo retro no tiende a idealizar o sentimentalizar algo sino que busca la diversión con el pasado, por esto es que Retrochic es el término que usa Raphael Samuel para graficar esto. Un pasado usado como un juguete del que se puede extraer capital subcultural. En términos de consumo, la nostalgia parece decisiva en este análisis. Una pequeña reseña de lo nostálgico cuenta que en un principio fue una patología de quienes una vez en la guerra extrañaban su lugar de origen, luego el sentido cambio de lugar a tiempo y entonces pasó de ser posible a ser imposible, y de patología devino a emoción. La segunda mitad del siglo XX la nostalgia se encuentra también asimilada por el mercado y se vincula con la cultura pop... artefactos de entretenimiento de masas muy relacionado como la estridente década del ochenta, haciendo que la nostalgia sea ya una mercancía relacionada con el entretenimiento.

Lo retro no es mas que la estilización de un período y se enfoca principalmente en todo lo referido a la cultura pop. Es el viejo estilo transformado en mercancía cada vez mas consumida en medio de un mundo global con forma de red en donde la información es infinita y está al alcance de la mayoría. En fin, no solo nunca hubo una sociedad tan obsesionada con los artefactos culturales de su pasado inmediato sino que tampoco nunca antes hubo una sociedad que pudiera acceder a él con tanta facilidad.



* Pretensión de parecerse a la estética de las series y películas realizadas en la década del ochenta.
* Estas menciones no son mías totalmente sino extraídas del libro de Simon Reynolds Retromanía.

Bibliografía central:

Simon Reynolds. Retromanía. Caja Negra Ediciones.






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