domingo, 26 de mayo de 2019

Imágenes de caminatas posmodernas: La ciudad posmoderna y sus motores.

Por Mariano Alvarez

Caminar en círculos y repetir patrones.

Mis caminatas son eso. Caminar en círculos y repetir patrones. ¿Hay algo que no tienda a cerrarse en la rutina?.

La zona por la que suelo caminar tiene veredas rotas, árboles de ramas viejas y hojas grandes, y muchos edificios nuevos que desde donde me pare puedo recrear algún tipo de escalonamiento. Esas pequeñas contradicciones de la ciudad moderna en la que hasta el árbol también es un explotado. Genera aire y oxígeno pero los edificios no permiten que el sol les provea de sus rayos.

Esta escena sombría y contradictoria es signo de la transformación provocada por la expansión de la zona comercial, y fundamentalmente gastronómica.

 No es la gentrificación del Soho de Nueva York o el mismo Palermo, aquí la gentrificación parece más un impulso de una clase media, joven, que prefiere vivir en el primer cordón que rodea la avenida mas importante de la ciudad y que estira el centro unas 12 o 15 cuadras.





El centro es el fastfood cultural. Allí está lo facilmente entendible para todos. Las casas de deporte despachante de zapatillas, las ferias, la venta de papas fritas con alguna salsa estrellada depositada en un cono de cartón, quienes piden dinero en la salida de alguna galería tras una pancarta marrón de cartón y letras suaves.

Esta segunda capa que acompaña a la avenida céntrica tiene un contenido diferente que apunta a otro tipo de consumidor, ese que le dedica tiempo al ocio y al entretenimiento siempre que venga acompañado por lo estético.

Los veo... me choco con ellos. Cruzamos miradas.

Esa es la parte posmoderna de la ciudad... la mas relacionada con la ciudad posfordista. Cuando mi padre vino a Buenos Aires fue a vivir a una villa de emergencia con un tío. Ya había pasado el fenómeno de formación de las villas en torno a los sectores industriales por la falta de vivienda por necesidad de mano de obra en Buenos Aires durante la década de 1930. 

Ahora, en la ciudad posmoderna, los edificios montados con materiales de relativa calidad se codean con establecimientos dedicados al entretenimiento como señal de atracción a una clase de trabajadores hedonista con las intenciones de un cibarita y la líbido en flor.

Por esta zona algunos comercios inconexos de compostura de calzado, verdulerías y pescaderías conviven en ese entorno arrastrando su existencia de otras épocas a un presente colorido y pintoresco, en el que la tiza del cartel de la verdulería en letras sans serif convive con la tiza del lettering de la cervecería.

Ese modo de existencia, el de la resistencia a los cambios, me recuerda a muchos profesores conservadores que se sorprenden por las nuevas generaciones de estudiantes y que aún quieren conservar sus costumbres dentro del aula como demostración de lucha frente a lo inevitable.

Lejos del Soho de Nueva York o de Palermo, la clase que motoriza la zona la forman fundamentalmente jóvenes que trabajan en los comercios de la avenida principal o de alguna empresa mas pudiente fuera de esta ciudad, parejas jóvenes y acomodadas que trabajan hasta tarde y que pasan por el supermercado chino antes de llegar a la casa con una bolsa que contiene comida para preparar rápidamente. Algunos de los dos será el valiente... No he visto señales de familias. En fin, en los sohos hay turismo cultural, aquí hay gente con una cultura turística.

El hedonismo, como satisfacción del placer, es histórico pero nunca fue tan protagonista de la historia como en estos momentos, en el que obtener placer puede resultar muy cómodo.

En fin, en esta zona por la que camino los diversos edificios conviven con lo gastronómico de moda, fundamentalmente cervecerías. Lo artesanal, lo casero, lo rústico domina la escena estética de estos lugares de paso. A las viejas cafeterías solo se sumó una cafetería de especialidad, la única aquí.



Mientras aquí, en mi ciudad, hay mas edificios, cervecerías y barberías que perros en las calles, camino esquivando mesas y caca de perro (hasta ahora pisé una vez). La caca de perro del dueño no responsable es debido a que los edificios admiten mascotas y como consecuencia también me choco con los dueños de esos perros cuando salen a pegarse grandes golpes de viento en la cara.

Como estereotipo de la familia de edificio estimulador de la zona de transformación comercial y cultural, el perro ocupa un lugar importante. En muchos casos el del hijo de la familia.

No son la elite de un proceso gentry, mas bien son las víctimas de la relación entre la cultura y el mercado en las ciudades a partir del diseño arquitectónico, la estética del lugar, lo cool del entorno inmediato. La ciudad no esta ajena a la posmodernidad. No se aleja de la conexión que Frederic Jamesosn plantea entre lo cultural y lo económico.

Las transformaciones de los estilos de vida y, en particular, los nuevos hábitos de consumo han sido utilizados como justificación de intervenciones donde el espacio urbano es progresivamente desprovisto de su carácter público.

Esta confluencia entre la ciudad entendida como mercancía y como empresa y, el papel central que juega la cultura de consumo dominda por el marketing del placer, sitúa lo económico-cultural en el corazón de la ciudad.

Mis caminatas no modifican nada, de hecho coopero con el espectáculo en el que todos están haciendo lo que desean en un marco de aparente libertad.

sábado, 4 de mayo de 2019

Barberías kitsch: Sobre la exagerada pretensión retro

Por Mariano Alvarez

En el postfordismo el consumo trasciende lo material hasta llegar a las experiencias del usuario, y lo retro es la moda que adoptan las barberías para simular un entorno necesariamente estético con pretensiones de consumo mas que artísticas.


Transformando el paisaje de esta ciudad se abrieron mas de 30 barberías en el último año, al menos eso pude contar en mi acotada y fatigosa investigación. Lo interesante no es solo la vista de lo nuevo sino la visualizacón de lo que transformó, desde locales impregnados de azul, blanco y rojo a las viejas fachadas de peluquerías improvisadas casi de modo desmontable con todo lo que se pueda relacionar con la moda de la barbería. Existe cierta capacidad de montar una barbería nueva en cualquier rincón de la ciudad, al mismo tiempo que la mayoría de las peluquerías preexistentes se amoldan a ese nuevo formato estilístico retocando y maquillando su imagen. Algunos lo llaman agiornamiento. 

Esas transformaciones se dan de diversas maneras hasta el punto de haber visto una peluquería de mujer con un gran cartel de Silkey en la vidriera y, a su lado colgaba una hoja A4 blanca que impresa en la tinta gris de una impresora con poca tinta decía: también somos barbería. Me hubiera gustado pensar en el uso irónico del cartel tanto como aquel meme que me llegó pero como no lo comprobé entra en la lista de las peluquerias preexistentes que se montan en la nueva ola.

Tengo mi experiencia particular de fines del 2018 cuando, con las expectativas mediadas por el tiempo, fui al nuevo local de mi antiguo peluquero. No es que lo haya reemplazado por otro sino que por un momento descreí de lo artesanal y seguí el pensamiento que dice que ninguna actividad es imposible de reemplazarse por un buen artefacto. En fin, compré una máquina para cortarme el pelo, una de esas que tienen muchas funciones. Es decir que obtuve el artefacto, llevé a cabo la actividad, pero la ausencia de habilidad (lo artesanal) definió que los resultados actúen como jueces que sentenciaron mi retorno a una peluquería.


Mi antiguo peluquero trabajaba en una tradicional cadena de peluquerías de mi ciudad, de esas en la que todos se visten con remera negra, pantalón de vestir negro y zapatos con punta del mismo color, y que desde la vereda se leen palabras como unisex, estilistas, peinados, shock, y que conviven junto a los logos de las marcas que se usan allí, también hay fotos y banners de mujeres y hombres en un primer plano de la cabeza, con peinados y pieles digitales con pretensión de realismo, como apelando al deseo de quien consume de poder pasar de la vida real al carácter digitalizado del cartel. Como un panóptico de consumo, en donde el usuario controla lo que ocurre allí dentro, las grandes vidrieras dejan ver todo el panorama descrito desde la vereda de enfrente sin muchas dificultades.


El nuevo local de mi peluquero se ve diferente, masculino al cien por cien. Desde afuera su cartelería no usa la palabra peluquería ni barbería sino "salón de corte". Hay gran presencia de negro por fuera con letras en vinilo recortado en cursiva, doradas y en tipografías elegantes, de las que son serif pero con formas y contrastes marcados. El nombre de la peluquería lleva su nombre propio, el antiguo sello en el que se confunde la persona con la marca.





Sigue usando el mismo peinado pero ahora lo acompaña con barba. El outfit es el mismo de antes. Resumido a "fullblack". Leo entre líneas que quiere volver a la vieja usanza en la que el señor se corta el pelo y la barba pero sin rotularse en términos que evocan a una moda quizás ligera, pues hay una historia en este peluquero (su padre también lo era en su barrio), hay muchos clientes y un buen servicio. ¿Por qué arruinarlo todo?. Habrá pensado "Se puede ser cool sin distorsionar el oficio".


Umberto Eco en Apocalípticos e Integrados dice que "el mal gusto se caracteriza por la ausencia de medida" las cuales varían según la época y la cultura. No tengo indicios de que este profesional de las tijeras y el peine negro haya leído eso pero, sacando el vinilo recortado dorado del cartel de la vereda, todo estuvo medido. 


Mi peluquero hace tiempo se dedica a esto. Debe saber que nunca antes los cambios de denominaciones del rubro fueron acompañados por una estética que impone nuevos colores, nuevos materiales, nuevas herramientas, nuevos conceptos, etc. Peluquero, coiffeur y estilista parecían ser lo mismo, quizás no... pero la estética nunca cambiaba. Sin embargo, con las barberías actuales no... se requiere completar otros items y la mayoría son acerca de la estética.

Pero quiero detenerme en lo del mal gusto o puntualmente en la cuestión estética y por ende en la parte artística de esta moda barbershop al menos aquí. En mi ciudad.

Ya todos hemos notado que el papel de la barbería excede la simple actividad de las tijeras u otras herramientas representativas del oficio (aunque convengamos que la máquina para cortar el pelo es la mas conveniente para la moda del nuevo viejo corte americano versión degradé). La barbería sale de la actividad para meterse en su aura, lo que la rodea, el servicio, la estética del ambiente... en términos de lo moderno diremos que se centra en la experiencia del usuario, es decir, eso que se experimenta pero que no te lo apropias para llevarlo a tu casa. Eso que toma valor en las redes sociales, casi como una escenografía de la vida digital. Eso me lleva a pensar en que alguien debería reescribir "La sociedad del espectáculo" de Guy Debord en clave posmoderna, postfordista y neoliberal.

Salir del servicio como mercancía y adornar su aura con estética retro (también mercancía), que muy bien combina con los filtros de instagram, es pensar en lo visual como algo primordial y por eso es que me meto en esta conversación para plantear que lo retro no puede ser digital. Vi una foto pixeleada de un barbudo notoriamente bajada de google en un cuadro. El simulacro retro fracasa al fundirse en algo desmedido. La pretensión estética cierra a modo de collage en el que lo mucho se convierte en nada. 

No soy ingenuo. Sé que la intención no es artística o estética, pero también sé que el arte o la estética ayudará a vender mas el servicio, así como el arte también coopera con la gentrificación de algunos barrios devaluados vendiendo propiedades a altos valores. Aquí entonces es en donde uno (de unir) un fenómeno de moda con un concepto que aplica a lo estético en contexto de consumo masivo: kistch.


Wikipedia define kitsch como un estilo artístico considerado «cursi» y «trillado», para Adorno los rasgos que lo definen son la inoriginalidad o imitación, el "deseo de aparentar ser". Por eso es que todas las imitaciones y copias son manifestaciones de lo kitsch. Se suele explicar que la palabra proviene de quienes no podían pagar una obra de arte pero querían tener algo, al menos una pizca de arte enaltecedor, y por lo tanto compraban el sketch de alguna obra, es decir los bosquejos. Lo que quedaba. Por esto es que se relaciona directamente con el consumo en una cultura de masas. En fin, cuando lo estético transformado en mercancía tiene la cualidad de ser entendida facilmente por cualquier persona entonces es kistch. Si suena elitista hay dos caminos: ofenderse o aceptar que estamos hablando de estética.


La pretenciosa estética retro que vi en los barbershops de mi ciudad parten, en su mayoría, de una imitación exageradamente digital, cuya desmedida es parámetro del mal gusto. Allí no rigen elementos vintages de una casa de antigüedades ni retros, sino aquella ley en la que
 Illustrator mata letrista.  

Sin embargo lo retro no es solo un abismo de modas pasadas que toman nuevos sentidos en el presente. Lo retro no es solo escuchar un viejo vinilo de la década del ochenta, ni ver antiguas series, o que Nike y otras marcas nuevamente saquen viejos modelos de zapatillas, lo retro es una estética que también se produce en el presente. Es una mercancía que puede viajar desde el pasado a la nostalgia del presente o desde el mismo presente nostálgico para evocar un pasado cargado de estilo frente al vacío contemporáneo. De aquí es que Simon Reynolds habla de la década del 2000 como la década re, destacando el concepto de remake,

cuya versión nunca es la original, pero su contenido nostálgico permite colonizar el presente.

La desmedida es la palabra barber repetidamente junto al diseño de la silueta de una barba hipster ploteada. Es la falta de artesanía de un letrista o signpainter, el salpicado de pintura rojiza en una chapa en la que se pegó un vinilo con un diseño retro emulando oxidación. Los colores del barber pole (ícono de la masificación de lo barber) empapelan la pared, la marquesina de la calle que con el sol castigando, el azul, rojo y blanco se transforma en violeta, rosa y gris... todo se parece al gato chino de la fortuna que acompaña la jornada laboral al cajero de un supermercado de la misma nacionalidad... todo es facilmente aceptable y entendible por quien consume.

Un punto importante ocupa la palabra barber. Palabras como coiffeur o estilistas tenían pretensiones modernas relacionada a lo último de la moda, sin embargo no requería una estética masiva unificada como si fuera una franquicia. Hoy lo retro que deambula en el consumo exige estética y la misma palabra barbería, barber, barbershop tiene un contenido estético y actualizado que exige ser utilizado en términos de cool. La ultima vez que había escuchado la palabra barbero antes de esta gran moda masiva fue mirando la película El Gran Dictador de Charles Chaplin hecha en la década del 30 del siglo pasado. La palabra evoca pasado y obliga a la estética nostálgica que se reproduce a traves de una imitación pero basada en programas de diseño como illustrator o photoshop.
 Lo kitsch es la reducción de lo artístico a lo facilmente interpretado para el consumo, es por eso que el vinilo, el ploteado y la cartelería que se gasta con el sol (de un rojo a rosa y de un azul a un violeta y del blanco al gris) le gana al signpainter o letrista artesanal. No por lindo. Sí por eficiente.


Bibliografía:

Apocalípticos e integrados. Humberto Eco.
Retromanía. Simon Reynolds.

miércoles, 1 de mayo de 2019

Imagen de caminatas posmodernas: todo al mismo tiempo.

Por Mariano Alvarez

30-4 . 19:45hs 



Esto no es lo que venía haciendo para este espacio. Quise escribir sobre street art, gentrificación, el boom de las barberías y su arte retro pretencioso pero quedaron acumulados en la sección borradores de esta plataforma.

Guarda relación... lo cultural y lo ideológico sobrevuela las secuencias de lo cotidiano. Se impregna en la experiencia repetidas de lo que vivimos... entonces si de caminar por la ciudad se trata van a surgir cosas interesantes.

Una cosa lleva a la otra y hoy mi actividad física se acomodó a mi edad aunque así no lo quiera. Camino... lo mas que puedo... mantengo el ritmo... respiro... siento que lo hago bien... no siento el dolor de cintura... me motivo... y mas camino.

Zapatillas negras... medias indistintas... pantalón de algodón negro... remera indistinta pero larga... buzo o campera con capucha... eso oculta, no solo los auriculares, sino también mi normalidad... sale el alterego... ese que quiero que se conozca.

Tengo pensado que la gente sepa de un encapuchado que pasa varias veces a la semana caminando a ritmo... a contra corriente de los que caminan mirando vidrieras o dirigiéndose a sus casas luego del trabajo... lo pensé sin dudas.

Aventura urbana... al anochecer. 

Los reflejos que veo son de las luces chocando en el suelo... ya desparramadas con libertad pero encaminadas por las ranuras de las baldosa de esta vereda céntrica que monopoliza los pasos en los bordes de la avenida principal... millones de pasos diarios.

Un intendente local hace tiempo se jactó de haber hecho del centro de esta ciudad un shopping a cielo abierto... como si la idea noventosa del shopping (que siempre iba acompañada de la palabra center) haya sido superada por esta experiencia transformadora... Post-shopping quizás.

Miré el piso mucho tiempo... mis auriculares no se ven pero miré con complicidad a quienes cruzaba con los suyos... aunque ellos no notaban lo mismo en mí.

Acepté la idea melancólica del aislamiento de quien va con auriculares... la acepté para llevarla a cabo y ser conciente de que no estoy en contacto con todos pero pensando en un todo. Podrían hablarme que yo seguiría sin contestar y eso estaba incluido en mis pensamientos.

Eso no es melancolía aunque el escrito así lo parezca... la melancolía estética no necesariamente es el escrito de un melancólico... de hecho no podría haber caminado tan rápido siendo un fucking melanco.

Mi respiración, mis piernas y mis pensamientos desbordaban a la vez que agilizaban mi atención a cada cuestión lentamente... llegué a preguntarme por qué nunca antes me había propuesto recorrer estas calles y aventurarme al paisaje urbano de esta ciudad... eso de lo que hablo... la barbería de moda... la gentrificación... los edificios... las cafeterías y su gente conversando... la espera en las paradas de colectivos.

La masa camina diariamente...  y aunque no vemos huellas son millones las pisadas porque son millones las coincidencias en nuestras vidas cotidianas... y no porque somos uno solo (idea que me gusta pensar)... sino porque hicieron de nosotros uno solo... una masa uniforme.

Lo que soy no es lo que hicieron de mi.

Uniformidad dada por el transcurrir de las mismas experiencias... familia, escuela, amigos, trabajo, parejas, estudios... la misma comida, la misma bebida, la misma ropa y las mismas palabras... no digas que es natural y nada viene dado/impuesto de afuera... de modo que todo nos afecta conciente o inconcientemente.

Entonces ¿De que demonios se trata la vida? ¿Hay respuestas alejadas a la idea de pasar por esas instancias mencionadas como el transcurrir de una secuencia ordenada?. Es decir... no es dificil predecir la vida de un hijo si nuestras recomendaciones estaran ajustadas a nuestra propia experiencia... Podría ser una manera de pensar el pasado transmitido de Benjamin. ¿Era eso vivir en sociedad?

No nos hagamos los giles. Si la vida es nuestro tiempo... nuestro tiempo pasó allí... en esa secuencia... y ¿Qué hay de la creatividad?... y ¿Qué hay de lo que amas hacer? Cualquier respuesta no saldría del dogma de esta vida fragmentada.

Por momentos me tenté a sacar el celular con la excusa de fotografiar alguna pared customizada (ya no hay tanta pegatina como antes) o algo interesante... siempre en el fondo solo estaba la intención de chekear la llegada de algún mensaje, e-mail o notificación de instagram o twitter.

El hombre actual... ese posmoderno que en 20 años sera la primera generación de ancianos tatuados y conectados en la red... no es mas que un alienado naturalizado...  Preocupado y aislado... con créditos para pagar y redes sociales.

Aveces veo parejas en los autos... sus caras perdidas detrás del cristal miran hacia lados diferentes... sus ojos atienden cuestiones diferentes... sus caras serias y problemáticas describen una situación de cansancio... aveces hablan... la mayoría de las veces no... van preocupados. Eso no lo advierto cuando camino sino cuando manejo.

El problema de caminar en tu ciudad es conocerla... sin embargo encontré la fórmula para perderme... no desde lo geográfico... no se como explicarlo.

Solo miré al piso y me deje llevar por la secuencia repetitiva de cuadraditos de ocho centímetros por ocho centímetros que conforman las baldosas que se vuelven invisibles a mi... solo rayas borrosas... desenfoque parcial de lo que rodea mi visión.

Los cuadraditos cambian de color según las luces de los autos y las marquesinas... y también cambian su humedad según su uso peatonal... yo solo miro y por lo tanto solo voy llevando esa humedad que me sigue como la estela que una lancha deja en el agua.

Los sentidos no hacen mas que transformar cada momento en una postal que queda en el olvido a los pocos segundos.

Ahora escribo desde mi cama con las piernas cansadas y la mente entre entusiasma e intranquila... mañana trabajo temprano.

La Memoria en épocas distraídas

El futuro de la memoria ¿Por qué vuelve el negacionismo sin rechazos escandalosos?¿Qué pasó con la memoria? ¿La posmodernidad recuerda o sol...