miércoles, 17 de abril de 2019

3 películas de ciencia ficción utilizadas para la crítica de la cultura capitalista

Slavoj Zizek, Byung Chull Han y el libro Rebelarse vende han intentado explicar la ideología y el comportamiento de la sociedad consumista utilizando en algún momento estas películas para el análisis, pasando del consumo al control, de la publicidad a la idea de verdad, de la ideología a la sumisión.






"Baudrillard afirma que un producto de consumo es algo tan abstracto que la economía no es nada más que un sistema de signos. Las «necesidades, que expresamos a través del mercado no reflejan ningún deseo real subyacente, sino que son una manera de conceptualizar nuestra participación en el sistema simbólico. De hecho, la idea de tener "necesidades" es un "pensamiento ilusorio" producido por el mismo ensueño que nos hace creer que estamos consumiendo "objetos"."

"Tengamos en cuenta que un punto central del cual partir para la crítica anticapitalista consiste en tratar el consumo y la producción como dos procesos completamente independientes, por esto es que la revista Adbusters, por ejemplo, ha obtenido una notoriedad mundial con su campaña para instaurar el Día Mundial del No Comprar, aunque ignoró el hecho de que no podemos evitar gastar la totalidad de nuestros ingresos. Si no lo gastamos nosotros mismos, mientras lo tengamos en el banco lo gastarán otras personas. Lo único que podemos hacer para reducir el consumo es reducir nuestra contribución a la producción. Pero, claro, el Día Mundial de No Ganar Dinero no sonaría igual de bien."

Fragmentos extraídos de Revelarse Vende.

Aquí les van los trailers y los links de cada película




Pleasentville
1999

David Wanges, un joven de la década de los noventa, tiene una verdadera adicción por una serie de televisión de los cincuenta llamada Pleasantville. Una noche, durante una lucha con su hermana por el mando del televisor, ambos son teletransportados al mundo perfecto de Pleasantville. En ese mundo sólo existe el blanco y negro: pronto el perfecto equilibrio de este lugar empezará a tambalearse con la llegada de estos nuevos ciudadanos.









They live
1988

Un trabajador encuentra casualmente unas gafas que permiten ver a las personas tal y como son. Gracias a ellas descubrirá que importantes personajes de la vida política y social son en realidad extraterrestres. Durante su particular cruzada podrá observar cómo estos alienígenas han ido sembrando el mundo de mensajes subliminales con los que pretenden convertir a los hombres en una raza de esclavos.









1984
1984

El futuro, año 1984. Winston Smith (John Hurt) soporta una abyecta existencia bajo la continua vigilancia de las autoridades de la Oceanía totalitaria. Pero su vida se convertirá en una pesadilla cuando pruebe el amor prohibido y cometa el crimen de pensar libremente. Enviado al siniestro “Ministerio del Amor”, se encuentra a merced de O’Brien (Richard Burton), un cruel oficial decidido a destruir su libertad de pensamiento y a quebrantar su voluntad.




sábado, 6 de abril de 2019

Punk not dead. La deconstrucción punk durante el conservadurismo ochentoso

Lejos de un artículo de música o subculturas, aquí escribo sobre el rearmado cultural necesario en contexto de crisis, un mínimo aporte acerca las transformaciones de algunos movimientos juveniles en tiempos conservadores como los de hoy.

6/4/19


En algún punto de la primera mitad de la década del noventa tuve, junto a unos amigos, un programa de radio. Una de las pocas publicidades que logramos tener (seguramente la única) en aquellas épocas de puberto-libertad fue la de una disquería de mi ciudad. Quizás la mas underground. O quizás no, pero el trato que hicimos me permite mantenerla entre mis recuerdos de ese modo.

Para esa época en mi ciudad había alrededor de 6 o 7 disquerías. Las mas cercanas a la estación de trenes eran mas populares al momento de seleccionar su clientela: la masa de humildes trabajadores que atravesaban ciudades en un descascarado tren, que combinaba el colorado óxido con un amarillo retro, y que a partir de la gran demanda ofrecía servicios hasta en su techo, como símbolo de la precarización laboral del neoliberalismo ochentoso y noventoso que se instalaba como una espina en el talón. Desde la vereda de esas disquerías se escuchaban ritmos de cumbia, folcklore, clásicos hispanoparlantes como Dyango o Jose Luis Perales. Allí mi madre solía hacer varias paradas.

También estaban las disquerías que rodeaban la plaza, a una cuadra de las anteriores pero mas cerca de la avenida principal, que por lo general se encontraban en galerías céntricas y que con espejos en el techo y en las paredes atraían a un público consumidor del mainstream nacional e internacional. Éstas ofrecían un poco de clásicos por aquí, una pizca de canciones de moda instantánea por allá (podríamos hacer mención de Macarena) y en algún espacio de una batea se le dedicaba al rock under argentino que por lo general estaba seguido del punk mainstream como Ramones o Sex Pistols. Estas disquerías perseguían al cliente cool, ese que llegaba en auto a la zona céntrica de la ciudad y se compraba un cassette por un hit radial.



La disquería que publicitábamos se llamaba Rockhouse y geograficamente era una disquería intermedia. Estaba en una galería a media cuadra de la estación y a media cuadra de la cara mas oscura de la plaza (la otra cara da a la avenida mas importante que antes mencionaba). El arreglo que teníamos no era monetario. Solo consistía en que nos pagaba con grabaciones de discos. Por lo tanto, el hecho se consumaba con un traspaso sonoro del CD de ellos a nuestro casete virgen. Nosotros indagábamos las bateas y elegíamos, ellos grababan lo que pedíamos. Si... Lo sé... Seguramente están pensando que en esa negociación estábamos perdidos, pero es sólo porque aun no mencioné que nuestra radio tenía una llegada de 150 metros a la redonda en una ciudad que se encontraba a unos 10 kilómetros de la nuestra. ¿Qué vecino de aquel barrio viajaría 10 km para comprar un disco? Es por eso que hablo de underground desde un principio. Ambos sabíamos que nadie ganaba pero que en esa alianza había una intención compartida, una complicidad, ¿Una conciencia under? No lo sé.

Por nuestra parte, con una imagen propia que iba de perdedores a entusiastas excitados, accedimos a varios discos provenientes de aquel acuerdo pirata. Dos de ellos quedaron en mi mente. Uno era I Against I de Bad Brains. Eso fue novedad para mi mente y mis oídos. Ecléctico por donde lo veas. Solo podía saber lo que pensaban y lo que decían a partir de los títulos de las canciones, cuya letra escrita con la tinta azul de una lapicera de pluma por el empleado sobre los renglones del cartón de la caja del cassete, conforma una imagen cuasi fotográfica en mi mente que puedo ver pero no describir con seguridad. La comprobación de mis sensaciones respecto a dicho disco surgió a las semanas, luego de leída una reseña de una revista (no recuerdo su nombre) que había comprado en la galería Churba de la ciudad de Belgrano, en la capital del Buenos Aires.

Bad Brains es una banda de rastafaris afroamericanos de los suburbios de Washington DC pero que en 1981 se radicó en Nueva York para cambiar su escena. Destreza musical y personalidad carismática en su cantante llamado HR (Human Right) son algunas cualidades propias. Pero el punto estaba en las temáticas de las canciones y en lo ecléctico de su música que pasaba por el punk, ya devenido en hardcore old school, a canciones reggae lentas y extensas como I and I Survive que aun la escucho. ¿Qué hacía aquel disco en mi ciudad? No lo sé, quizás estaba para hilvanar esta historia.

Bad Brains es una de esas bandas de jóvenes que formó parte de la segunda oleada punk centrada principalmente en Nueva York cuyo fin último era transmitir un mensaje político tan inmerso en la realidad como alejado del idealismo apocalíptico de los orígenes del punk. Que ellos hayan cantado acerca de los derechos humanos y los derechos del animal en momentos de gobiernos conservadores que apiedraron la contracultura de los sesenta no es incomprensible, pues comprender un movimiento ignorando el ingrediente esencial que aporta el contexto es simplemente ser inocente frente a la comprensión de nuestro propio recorrido en esta vida.



Para los ochenta la cultura estaba dando un viraje hacia la derecha y la izquierda se vio entre la parálisis, el desencanto y el estancamiento, mientras los gobiernos de centro izquierda de Callaghan y Carter ya habían sido desplazados casi simultaneamente por los de Margaret Thatcher y Ronald Reagan en Gran Bretaña y Estados Unidos respectivamente. Aquí en Argentina esa derecha neoliberal llegará al poco tiempo.

Flexibilización laboral, privatizaciones y desregularización de la economía configuraban el orden natural de las cosas con esos gobiernos neoliberales, por ende profundizar las diferencias y jerarquías sociales resonaba atractivamente en los mas pudientes. La nueva derecha de los ochenta se imponía sobre lo que la década contestataria del sesenta había dejado en la cultural y lo social. La postura de Ronald Reagan y Margaret Teathcher era reacia frente a la contracultura y los cuestionamientos de la clase trabajadora... Reagan en 1981 despidió a 11000 controladores de tráfico aéreo de 13000 que habían iniciado una huelga, a partir de ese momento además quedaron inhabilitados para trabajar para el estado. En fin, Ben Nadler en su libro Punk: NY 1981-1991 nos permite imaginar casi fotograficamente ese entorno cuando dice que "todo daba la apariencia de que se aproximaba una guerra".

Mientras el viejo punk se había hundido solo en las leyes del mercado y el cuestionamiento antiestablishment vacío de propuesta, el presente exigió a la juventud punk no mainstream algunos reajustes en los ideales. El primer punk había sido determinadamente negador por lo que no llevó mucho tiempo en generar una unión, sin embargo al preguntarse ¿a favor de qué estamos?, se desintegró dice Nadler.

Si bien el conservadorismo ochentoso significó un duro golpe a las contraculturas, el mismo contexto lo obligó a reformularse, lo empujó a la actividad de deconstrucción que tan lejos se para de la idea de muerte. La necesidad de mantenerse vivo propone revisiones que se acomodan a los presentes y sus demandas, por esto es que Nadler también da a entender que si el punk no murió es solamente porque "estamos dispuestos a cuestionar su pasado y su futuro, y a darle un nuevo significado". La actividad de deconstruir justamente es la que pretende demostrar una estructura conceptual con ambigüedades, fallas, debilidades y contradicciones para reconceptializar y resignificar los ideales.

Si hubo una muerte del punk, lejos estaba de aquella que da fin a la existencia como propone la religión. Mas bien sería la muerte como proceso de transformación, una muerte unida a la vida. Una muerte a la mexicana. Colorida y renovadora.

La transformación llenó el movimiento de nuevos contenidos, significados y símbolos. El nuevo sentimiento punk abandonaba el volatil idealismo para mirar una realidad que necesitaba cambios con urgencia. Por este motivo es que tanto en el postpunk como en la segunda oleada punk hay contenido real y problemático. La época así lo demandaba. Se sabía contra qué se estaba yendo porque existía una dirección hacia a donde ir. No es mas que lo que para Marx es la ideología, aquello que se mueve por debajo de la conciencia y de la experiencia, el sentido común ordinario.



En fin, de aquel viejo punk setentoso no solo reposó su subsistencia en ese desprendimiento punk hardcore neoyorquino de los ochenta, representado por jóvenes de la clase obrera, sino también el postpunk proveniente de la bohemia underground de clase media que también crecía en Londres. Muchos integrantes del postpunk eran provenientes de la escuela que subsidiaba el Estado. Una de las diferencias radicaba en que el nuevo espíritu punk pretendía mantener la música accesible, directa y sin pretensiones, y el otro se trató definitivamente de una vanguardia que como tal, decidió romper con la tradición incorporando la electrónica, el noise, el jazz y otros géneros, algo que los llevó a ser acusados de elitismo. No solo en la temática musical les cabía el título sino además por las técnicas del arte vanguardista como el cut-up o el collage, que fueron empleadas tanto en portadas de disco como en la metodología de producción lírica. Había un contenido de arte dentro y fuera de la música centrado en el conocimiento pero con una actitud anti-intelectual.

La idea de la cultura alternativa anticonservadora es el hilo conductor en las profundidades del pensamiento de ambas subculturas. Mas en la superficie la continuidad se recorta con una variada disparidad en las prácticas y en la propia concepción de arte. El punk mas panfletario y directo, con mucha influencia en bandas como Crass (inglesa) de perfil ideológico netamente anarquista, mientras que el postpunk merodeaba en temas puntuales sobre la vida cotidiana considerando que "lo personal también es político", consigna que en los setenta el feminismo elevó para poner en portada temas como la sexualidad, el rol de la mujer y la legalidad aborto. El postpunk pasaba por temas como el consumismo, las relaciones sexuales, la normalidad incuestionada, etc. Si bien participaron de festivales como Rock Against Racism intentaban mantenerse alejados de consignas tan simples como directas y generales. En comparación con esto las bandas punk eran las que participaban en el festival anticonservador Rock Against Reagan, como los icónicos Dead Kennedys (estadounidense). Unos contra una problemática mas amplia, otros directamente contra el gobierno del momento.



La deconstrucción presenta a ese punk como una juventud anticonservadora que puso nombre y rostro a lo que el antiguo punk había llamado establishment. Thatcher y Reagan eran ellos. No resulta difícil encontrar ambos rostros devenidos en íconos de la lucha.

El rostro de Reagan en stencil sustituía el significado de la política destructora de la era.  Aunque parezca común y también fetiche, el rostro de Reagan en un flyer o cartel era un ícono que, hecho con la técnica handmade stencil o collage, era además el mensaje necesario de un grupo que no necesita lo que proviene de afuera: algo así como la necesidad de no necesitar de otro. Otro aspecto del mundo del fetiche en el submundo del punk ochentoso neoyorquino es el constante uso de la palabra "Youth" (juventud) como si se tratara de plantar una identidad etaria pero despersonalizada. Un ejemplo es el de la banda Reagan Youth, la cual hacía alusión irónica a las juventudes hitlerianas. Aquella palabra fue signo representativo de la lucha del momento.

Esa juventud fue, es y será la minoría amenazante que mortifica el ojo cosificado del espectador y molesta a las costumbres naturalizadas. No entendida, ni esperada. Esa que la cultura hegemónica no espera reproducir. Ese adolescente que cuando un adulto lo toma del hombro para "guiar" se mueve veloz e improvisadamente diciendo: "Estoy bien, no me toques". Me animo a pensar que por eso es que Reagan, en el papel adultocentrista, planteaba que el problema de la educación era la falta de autoridad.



En este proceso de deconstrucción el postpunk ya había creado el relato de su propia existencia que los legitimaba como grupo. Ellos eran el resultado del fracaso del punk. Según esta vanguardia, dice Simon Reynolds, "el punk había fracasado por atentar contra el status quo del rock apelando a la música convencional. Los artistas postpunk tomaron distancia de tal postura, bajo la creencia de que "contenidos radicales exigen formas radicales"". En fin, musicalmente se invirtieron algunos roles de instrumentos. La música fue mas minimalista acercando esta idea estética al principio proveniente de la arquitectura moderna mas conocido como "menos es mas". Para Reynolds, David Bowie fue la inspiración que alimentó el ethos postpunk del cambio constante, ya que yendo a Berlín para la grabación de Low y Heroes planteó un alejamiento musical y espiritual con Estados Unidos.

En respuesta al viraje a la derecha, se había intentado construir una cultura alternativa con una infraestructura independiente de sellos, distribuidoras y disquerías. Así es que nace y se propaga ineludiblemente como el agua en las marcas de las manos el espíritu y la actividad DIY (hazlo tu mismo) acercándose a la difusión clandestina de la literatura prohibida en el régimen soviético llamada samizdat. En NY, Bad Brains instaló una tienda/sello DIY (Rat Cage Records) en el sótano de su casa en 171-A en Av A, con el cual registraron el primer disco de Agnostic Front y se realizaron las dos primeras grabaciones de Beastie Boys. 

Mas allá de las diferencias, detrás de la música se llevó a cabo un gran marco de guerreros culturales, facilitadores e ideólogos que fundaron sellos discográficos, trabajaron como managers de bandas, publicaron fanzines, promovieron recitales y organizaban festivales. Aquí el prefijo post plantea una doble mirada, ya que no es solo la superación de algo como dice el filósofo italiano Gianni Váttimo para definir posmodernidad, sino que además imprime una miraba al futuro. Lo post no es solo en referencia a un pasado ya eludido sino principalmente una alusión al presente y al futuro.

Perdón... lo olvidaba. El otro disco que recuerdo de aquellas grabaciones para la radio además de Bad Brains es Juguetes para olvidar de Massacre...


Bibliografía:

Ben Nadler. Punk: NYC 1981-1991. Montacerdos editorial.
Simon Reynolds. Retromanía. Caja Negra editora.
Simon Reynolds. Después del rock. Caja Negra editora.

La Memoria en épocas distraídas

El futuro de la memoria ¿Por qué vuelve el negacionismo sin rechazos escandalosos?¿Qué pasó con la memoria? ¿La posmodernidad recuerda o sol...