martes, 14 de agosto de 2018

Lavado de estampillas: Noches de collages y delincuencia

Entendiendo las subculturas. Las tensiones entre grupos dominantes y dominados pueden verse reflejadas en la superficies de las subculturas en donde los objetos cotidianos son resignificados.


Pequeño relato ficticio de un personaje ficticio recreado por @simonssi


Debo confesar... Delinquí.

De chico buscaba todo tipo de excusas para generar lazos y relaciones de esas que la distancia siempre pretende sucumbir. La era no era la de las redes sociales ni mucho menos de los chats espontáneos, quizás el mail ayudaba un poco... al menos a quienes tenían internet en su casa, cuyo caso no era el mío.

La carta, para esas épocas, fue mi punto de encuentro para rostros desconocidos. Allí le ponía voz a las palabras que leía... a cada expresión tipográfica le ponía una voz imaginaria pues los voice notes de whatsapp no estaban ni a una década de cercanía.

No hay dudas de que lo que quiero decir es que en ese punto el correo era el creador de toda la magia en nuestras vidas... los sobres escupían fuerte los olores que llegaban con material de todo tipo... discos vinilos, cassetes, cds y fanzines nacionales e internacionales desfilaban por la mesa del comedor de la casa de mi vieja. El olor a impreso generó en mi mente un ancla que sólo me conduce hacia recuerdos de felicidad... casi como un yonki aspiraba placenteramente un disco de vinilo o fanzines de Brasil o EEUU.

Para quienes jugabamos este rol de recolectores y, al mismo tiempo, creadores de un mundo mas chico, nos fue común resignificar el valor del correo al calor del desarrollo de nuevas relaciones sociales en papel... así fue que la exportación e importación minorista de material independiente me llevó a delinquir.

Sin mas introducción ni miramientos, declaro que en esa época delinquí. Si... delinquí y lo hice con el afán de ensanchar la comunicación achicando las distancias del mundo.
Delinquí y no paré de hacerlo mientras pude.

La delincuencia puede tener diferentes objetivos. En esto recuerdo siempre el ejemplo del anarquista ácrata, el que robaba en grandes joyerías y tiendas de ropa cara y elegante. Su objetivo era financiar el movimiento publicando libros, panfletos, realizando acciones directas y otras actividades propias del que decide darlo todo por la utopía. Lo que diferencia la delincuencia de éste último con la de cualquier otro ladrón es el motivo... por un lado el ideológico y por otro el obtener mas, el aburguesamiento si es que existe ese término.

Delinquí y de manera parecida al ácrata me hice experto en robarle a un grande... el correo.

Lo hice pura y exclusivamente para llegar a mis obsesiones de larga distancia... ciudades, provincias, países y continentes fueron recorridos por sobres con mi letra y con estampillas reutilizadas.





No lavaba dinero... lavaba estampillas. Con la precisión de alguien que desmantela una bomba y la mentalidad de quien confía en que el reciclaje podría salvar al mundo, me quedaba por las noches en la cocina de mi casa a llevar a cabo un laboratorio cuyos movimientos y elementos se unieran para lograr que esa estampilla que me llegaba pueda ser despegada del sobre y ese sello de correo que daba muerte súbita a la estampilla sea borrado. Así es que resucité centenares de estampillas que usaba una y otra vez.

Como una especie de resistencia contra el monopolio de la comunicación a larga distancia que el correo diseñaba contra todos nosotros, esta práctica que se hizo conocida entre quienes pertenecíamos a esta subcultura comunicacional se complementaba con el envío de la estampillas dentro de los sobres al momento de las respuestas. Es decir que las estampillas de los sobres que me llegaban las devolvía cuando les respondia, y también sucedía a la inversa. Asi es que muchas estampillas se compraban una sola vez y se usaban mas de cinco veces seguro.

Esas noches solitarias por la ilegalidad del hecho, en la que la taza chorreada de café era la única testigo del ilícito, y el silencio tenso ayudaba a que se pueda desmantelar rapidamente el laboratorio en caso de que alguien interrumpiera su sueño para ir al baño, eran sencillamente interminables y productivas. Estudiaba, diseñaba fanzines, collage, dibujaba, cortaba y pegaba. Desde aquí no hay dudas de que eran noches de collages y delincuencia, al menos para alguien acomodado en la cocina de una familia típica de la clase media.


Dos fueron siempre los pasos a seguir:


1) Despegar la estampilla del sobre: Con dos hornallas encendidas lograba que a cien grados el agua de la pava llegue a su punto de ebullición y que, como un genio saliendo de la lámpara, el vapor ayudara a lograr el paso mas dificil, que por su naturaleza no siempre era exitoso si la práctica no era frecuente. No está en mi recuerdo pensar en el fraude, se actuaba por las causas y no por las posibles consecuencias. Nunca supe por qué encendía la otra hornalla.


2) Quitar el sello del correo de la estampilla: Había dos formas de hacerlo. Por un lado, dejando la estampilla en agua tibia con lavandina. Luego de ser removida la tinta del sello con un trapo o con la punta del pulgar, la estampilla quedaba algo gastada y débil, es por eso que no era lo conveniente. La opción mas saludable era desplegar una capa de boligoma sobre las estampillas y al momento en que llegaba de retorno solo había que friccionar con el pulgar y entonces las bolitas de pegamento se iban con el sello dejando sana y salva a nuestra pieza a defender. 



Desde las profundidades.
Anónimo.


La pertenencia a esta y otras subculturas incluye resignificar cosas de la vida cotidiana dándole un valor propio. Son transformaciones que reflejan lo "contra natura" de los submundos que se entretejen en lo profundo de la cultura hegemónica y que proveen la posibilidad de interrumpir el proceso de normalización al menos por momentos.

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